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Razones de estado

Por Rodolfo Lemos Angulo, abogado

Cuando no podemos ganar, aceptar un empate es una decisión prudente, sabia. Quisiéramos que siempre la justicia penal funcione y que “el que la hace la pague”. Sin embargo, la historia nos muestra que en algunos momentos, y bajo ciertas circunstancias complejas, la continuidad saludable de la comunidad política que todos formamos, requiere el pago de un precio de injusticia.
Las llamadas leyes de pacificación nacional, los indultos o amnistías posteriores a una revolución (revolución exitosa y legítima, o parcialmente fracasada, o no tan legítima) implican un desmedro de la estricta justicia penal, un arriar banderas en aras a la obtención de un bien mayor, o procurando evitar un mal mayor al este propio mal que implica tolerar una injusticia. Me viene a la mente el penoso ejemplo de la Guerra del Paraguay o Guerra de la Triple Alianza, infame exterminio de un pueblo hermano.
Si el líder paraguayo Francisco Solano López hubiese tolerado algunas injustas imposiciones o territorios cedidos, su país no hubiese quedado literalmente arrasado, con tres generaciones de varones muertos. ¿Valen tres generaciones de varones paraguayos la injusticia que se procuraba evitar? ¿Existían razonables posibilidades militares de triunfo? Para enardecer a casi cualquier auditorio, es suficiente expresar máximas extremas como “que se haga justicia o que se abra la tierra”.
Sin embargo, la tarea de líderes sabios y prudentes en lo humano, consiste justamente en separar la paja del trigo y estudiar atentamente cuáles son los valores innegociables que no estoy dispuesto a permitir que se menoscaben, y cuáles son valores negociables (e incluso recuperables quizás en el futuro).
En lo personal, todos sabemos que si nos amenazan con un arma de fuego y nos dicen “la billetera o la vida”, aceptamos tolerar una injusticia (el expolio de bienes materiales) a cambio de preservar un bien mayor, como es la propia vida o la vida de nuestros seres queridos. Y seguramente que en otras circunstancias, y ante otros valores amenazados, todos sabemos que lo que corresponde es la entrega valiente de la propia vida. El dinero se recupera eventualmente. Otros bienes, otras heridas son en cambio irrecuperables. Evidentemente que en un plano teórico es relativamente sencillo explicitar esto, pero a la hora concreta de tener que discernir ejemplos reales, la cuestión se vuelve mucho más difícil, borrosa, compleja.
En mi opinión, los dos temas centrales para nuestra Argentina hoy son: pandemia y pobreza. Cualquier palabra o pensamiento que no esté dirigido a estos dos temas, es una distracción. O no atiende al bien común sino a bienes particulares muchas veces inconfesables. Porque modificar la Constitución Nacional para eliminar en los hechos la independencia de uno de los tres poderes del estado republicano es un precio excesivamente caro. Prefiero quizás en esta pulseada, aceptar la injusticia de un indulto o amnistía a los corruptos y ladrones. Quizás si otorgo el indulto o la amnistía, se van, se retiran a disfrutar sus millones de dólares malditos a algún paraíso fiscal en el exterior, y permiten a todo un país sufriente, elegir a una nueva generación de líderes, que se ocupen de lo que hay que ocuparse: pandemia y pobreza. Me sale más barato. Porque el dinero robado siempre puedo recuperarlo. Pero la república democrática de base constitucional, convertida en una dictadura, es luego muy difícil de recuperar. Una democracia republicana requiere buenos hábitos, esperanzas saludables, confianza en la palabra del otro, respeto a jerarquías lógicas y cumplimiento de normas justas. Exige mirar el duro pasado común con perdón, el presente sin odios y el futuro sin desesperación. Porque si no construimos esperanzas comunes, la democracia tampoco puede construirse.

Rodolfo Lemos Angulo

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