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En 2012 fallecía en Córdoba Juan Hilario Irazábal, más conocido como El Cura Vasco

EFEMÉRIDE – POR JORGE ALACEVICH

El 7 de enero de 2012 moría en la ciudad de Córdoba Juan Hilario Irazábal, más conocido como «El Cura Vasco”, a los 84 años de edad.
Sacerdote de vasta tarea social en Villa Angelelli de la ciudad de Córdoba, donde ayudó a construir un dispensario, una capilla y un centro educativo entre otras obras.
Había nacido el 26 de mayo de 1927 en Pehuajó, provincia de Buenos Aires.
Sus padres, argentinos descendientes de vascos, criaron a varios hijos con lo que producían en aquella zona rural cercana al poblado. Justo Hilario Irazábal probablemente hubiese sido un médico destacado, porque la pasión por cuidar la salud de la gente perduró hasta el final de sus días.
Irazábal fue el joven estudiante universitario, que un día, a principios de la década del 50, se encontró en la Capilla Cristo Obrero, a orillas de La Cañada, con el Padre Angelelli. Allí también comenzó a ser el “Vasco”. Y unos años después decidió abandonar el quinto año de medicina, cortar relación con su prometida e ingresar al Seminario Mayor de Córdoba.
POBRE ENTRE LOS POBRES
Primero, a poco de ser sacerdote, en 1963, lo mandaron como ayudante a la Parroquia de Barrio Las Flores, que abarcaba hasta lo más olvidado del sur de la ciudad. Descubrió a barrio Comercial y con un grupo de seminaristas terminó instalándose allí.
Construyeron una casa a la par de la capilla con maderas para embalaje de motores de la fábrica Ika-Renault y chapas de zinc.
Vivir del propio trabajo fue una opción, de las quintas de la zona, de la recolección de verduras. Después, con los seminaristas, en la impresión de apuntes para la Universidad, con el mimeógrafo; que también se utilizaría para tantas convocatorias al vecindario en las luchas que jalonaron las conquistas de mejor atención de la salud, mejor educación, alfabetización, servicio de transporte, luz, agua y otras carencias que motivaron las grandes movilizaciones vecinales de fines de los sesenta y principios de los setenta en la zona sur de la ciudad.
Después trabajó, hasta que pudo jubilarse, como obrero en un taller de reparación de máquinas de tejer. Sin alardes, huyendo de los medios, la mayor parte de su vida fue no sólo compartir la vida con los pobres, sino vivir pobremente.
De la casa al trabajo, a primera hora, cuando la luz del día aún no asomaba. Luego, del trabajo al barrio. Y allí sumergirse en las demandas de comida, de salud, de bautismos, de catequesis, de grupos bíblicos y tantas otras surgidas de la necesidad en el día a día de la vida de los pobres. Su opción por los pobres fue una obsesión que mantuvo hasta el final de sus días, con celo excesivo.
“He trabajado con amor por los pobres, no se olviden nunca de ellos.” (El Cura Vasco).
( Enero 2012. “Vitín” Baronetto)

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