En 1916 se hace un gran anuncio para los corsos de San Vicente
EFEMÉRIDE – POR JORGE ALACEVICH
El 20 de febrero de 1916 los organizadores del Corso de San Vicente anunciaban la participación de bandas de música, grandes premios para comparsas y carrozas, una profusa iluminación y la habilitación de 20 tranvías eléctricos y 20 a tracción a sangre para trasladar al público asistente. Se informaba que los 100 palcos con cuatro sillas cada uno costarían 20 pesos por los cuatro días.
Los carnavales en barrio San Vicente se remontan a 1895, producto de la iniciativa emprendedora de Victorio Scalabrini, quien juzgó necesario organizar “un carnaval para obreros”.
Los corsos en el centro se hacían en la entonces llamada Av. Ancha, hoy General Paz y desde 27 de Abril se subía hasta la Plaza de Armas, hoy Vélez Sarsfield. En tanto que en barrio San Vicente se recorría desde la plaza Lavalle a la Urquiza, por Pellegrini y de allí se volvía. Los autos daban dos vueltas y se acababa el corso.
Al iniciarse la década del 20 esta fiesta comienza a ser apropiada por los sectores populares, quienes se convierten en su elemento protagónico. Con el transcurrir de los años, el estado municipal irá acrecentando su intervencionismo a través de la regulación de la participación de los ciudadanos: delimitación de los espacios para los corsos, los premios otorgados, los permisos para participar, etc.
En los principales negocios, la Policía publicaba su «Edicto del Carnaval», con las normas para conseguir el permiso de disfraz y la reglamentación de las horas del juego libre con agua, para los sábados, domingos, lunes y martes de carnaval de 10 a 17. La modalidad se extendía, por uso y costumbre, al fin de semana siguiente considerado como el cierre del carnaval (La Voz).
La fiesta del carnaval tenía reservada para San Vicente la fama de territorio soberano de la ciudad, al menos durante a festividad del dios del engaño y de las bromas, el rey Momo.
Desde meses antes ya funcionaban a pleno las comisiones del centro vecinal, que laboriosamente se encargaban de organizar el corso que se extendía, por la avenida San Jerónimo, desde la Plaza Urquiza hasta la Plaza Lavalle. Nada se dejaba al azar y había que organizar el alquiler de los palcos en el centro de la avenida, por donde tenían la obligación de pasar las carrozas, las comparsas y las murgas que participaban del concurso, en procura de los primeros premios. También por el orgullo de presentar su esfuerzo de largo tiempo.
Luego de la medianoche se iba al baile con la barra de amigos. El circuito comenzaba en el Bar de la Familia que finalizaba a las 3 y luego se continuaba en el Bar de los Alemanes a tomar café. También participaba el Club Alemán, el Círculo Español, el Club Atlético Belgrano, el Atlántida, el Pasatiempo, El San Cayetano.