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Poder infraestructural y retorno a fase 1

OPINIÓN – POR RODOLFO LEMOS ANGULO, ABOGADO

RODOLFO LEMOS ANGULO

En la antigüedad el poder infraestructural del estado era muy bajo y los derechos individuales de los ciudadanos eran muy bajos también, casi nulos, partiendo de la situación de que una parte importante de los seres humanos, simplemente no tenían derechos individuales.

Llamaremos poder infraestructural del estado a su capacidad mayor o menor, de controlar a la población humana que habita en su territorio.
En épocas de grandes territorios inhabitados, desconocidos, en épocas en las que las huellas digitales, las fotografías o el registro de ADN no existían ni en sueños, la individualización de las personas era sumamente dificultosa. SIGUE ABAJO

La capacidad de las personas de emigrar de un territorio a otro, la posibilidad de partir de lugares dominados por el despotismo y viajar a regiones libres, era una realidad muy concreta. Cuando el mundo se fue haciendo más pequeño, cuando desaparecieron los territorios desconocidos o inhabitados, cuando el poder estatal aumentó su control sobre el ingreso y egreso de la población en su territorio, fue imprescindible establecer un mecanismo de compensación o contrapesos. SIGUE ABAJO

Al aumentar el poder infraestructural del estado, debían aumentarse las garantías individuales, debían establecerse mejores y más perfectos mecanismos de vigencia de los llamados “derechos humanos”: a la vida, a la libertad, (libertad de trabajo, libertad de opinión, libertad religiosa, libertad), al respeto a mi propiedad (muy en particular a mi residencia familiar, a mi hogar), a no ser procesado penalmente o penado sin la posibilidad de ejercer una defensa adecuada, sin ser escuchado, en paridad de armas con mis acusadores. SIGUE ABAJO

Armando un esquema que resuma lo anterior, diríamos que en la antigüedad tuvimos situaciones de bajo respeto a los derechos individuales, en paralelo con una autoridad con un bajo control infraestructural sobre el territorio en el cual ejerce su mando.
Bajo poder infraestructural y bajo nivel de respeto a los derechos humanos. Hasta los momentos previos a la pandemia de Covid-19, en nuestra Argentina y en parte del mundo (con dificultades sin dudas) pudimos vivir bajo una autoridad estatal que gozaba de un alto poder infraestructural, y al mismo tiempo con un alto respeto por los llamados derechos individuales. Ya el lector entendió cuál es la peor combinación: alto poder infraestructural y bajo respeto por los derechos individuales.
Riesgo: desde la irrupción del Covid-19 estamos sometidos a autoridades estatales que tienen un altísimo poder infraestructural sobre sus territorios (como nunca antes en la historia humana), pero al mismo tiempo está disminuyendo el respeto por ciertos derechos individuales: libertad de trabajo, libertad ambulatoria, libertad religiosa, libertad de entrar y salir del territorio estatal, libertad de reunión, libertad de emitir ciertas opiniones en las redes. Si el lector escucha propuestas de “regresar a la Fase 1” no con sugerencias sino con controles militarizados y toque de queda, debería pensar: “elevado riesgo de tiranía, bajo el disfraz de protección sanitaria”. SIGUE ABAJO

Rousseau en el Emilio o De la Educación, en un triste elogio de la hipocresía, dice: “No hay dominio tan perfecto como el que conserva la apariencia de la libertad”. Los peores déspotas son los déspotas mentirosos, que se presentan como libertadores o protectores. Los que nos dicen persuasivamente que buscan A, pero en realidad están buscando B. Los que nos quieren convencer de que el mal es nuestro bien. Los que nos presentan la tiranía como un fuerte abrazo protector del estado. Verdad, libertad y vida van de la mano. Mentira, despotismo y muerte también.

Rodolfo Lemos Angulo

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