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El abogado local Carlos Ríos obtuvo un primer premio de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA)

Ganó el primer premio en la categoría Abogacía Argentina (Premio Adepa / Federación Argentina de Colegios de Abogados). La ceremonia de entrega se hará en forma virtual el 9 de diciembre.

La Voz del Interior ganó ayer lunes tres premios Adepa al Periodismo 2020 y uno de ellos fue por una columna que escribió el abogado riotercerense Carlos Ríos, habitual columnista del principal matutino cordobés. El importante reconocimiento por su artículo El “lawfare” del “Milonga” Moreira, que se publicó el domingo 15 de marzo y que se reproduce a continuación.

Por Carlos Ríos

“El Milonga Moreira” se paró ante el tribunal y se puso a declarar. Estaba -como se dice hoy- empoderado, dispuesto a exponer, en su defensa, su propio lawfare. Llevaba varios meses preso en la cárcel de Bouwer por estafas reiteradas, cuando la providencia quiso que pasaran por la televisión la declaración que Cristina Fernández leyó antes los jueces que deben juzgarla por hechos de corrupción.
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“El Milonga” quedó deslumbrado con el discurso, con la osadía de la imputada y con la forma altanera de dirigirse a los magistrados, a quienes maltrató sin piedad. Le gustó mucho esa parte en la que Cristina los amonesta como a niños desobedientes, y la admonición de que deberían responder ante la historia como parte del lawfare.
El descubrimiento de esta palabra tuvo un efecto mágico en el “Milonga”, porque, al parecer, define una especie de confabulación entre la Justicia y los medios de comunicación para amedrentar a los militantes del sector popular. Él se consideraba uno de ellos, por haber participado en varios piquetes. Se veía a sí mismo como un perseguido, víctima de la policía, del Poder Judicial y del periodismo local, al que debía su fama de choro.
El sargento Ramírez siempre lo tuvo entre ceja y ceja: le armó causas desde que era adolescente, y todos los delitos contra la propiedad de la zona sur de la ciudad se le adjudicaban sin más trámite. Para evitar peores represalias, “el Milonga” terminaba arreglando su condena en juicios abreviados donde se veía obligado a confesar. Y gracias a este procedimiento, había acumulado varias reincidencias. Su historia era, pues, un claro caso de lawfare.
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El abogado defensor le había desaconsejado esa estrategia. Consideró desatinada y muy poco inteligente la idea de victimizarse, y le sugirió que más bien buscaran juntos una coartada para explicar cómo llegaron a estar en su poder 50 valores de una chequera robada que utilizó para comprar compulsivamente todo lo que se le cruzaba.
Según el letrado, de nada valía la declaración y quejarse de todo, si no explicaba este punto que era, en definitiva, la forma de mostrar su inocencia. Pero “el Milonga” le respondió que, si él pudiera explicar eso, no recurriría a este método de defensa; como seguramente tampoco lo hubiera hecho Cristina, quien en su alocución de más de tres horas poco hizo para rebatir los hechos por las cuales se la acusa.
Dijo, además, que si el presidente Alberto Fernández considera que la vicepresidenta es una víctima de los jueces a pesar de que hay toneladas de papeles y de testimonios -incluso empresarios arrepentidos- que la implican en numerosas causas, por qué no podía él defenderse con esa táctica, si todo lo que hay en su contra es una triste chequera secuestrada y la declaración de cuatro tipos sin importancia que dicen haber sido estafados. Y todo orquestado, una vez más, por el policía Ramírez, que lo odia.
El abogado le explicó que Cristina habló para sus feligreses y que podía darse ese lujo de ignorar las pruebas porque había sido elegida vicepresidenta y colocado en puestos clave a personas que controlarían a los jueces; sin embargo, “el Milonga” le espetó que, si las cosas son de ese modo, con mayor razón él debía denunciar la inmoralidad de la Justicia y la desigualdad en el trato, pues no puede ser que mientras los poderosos roban sin límites y luego se victimizan como perseguidos políticos, él deba aguantar los garrotes callado la boca por sólo unos pocos cheques sin fondos.
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El abogado, por las dudas, manifestó al Tribunal que él no estaba de acuerdo con que el hombre declarara, pero si esta era su voluntad, no podía oponerse.
“El Milonga” comenzó su alocución con su diatriba contra la policía, la prensa local y, por cierto, los jueces que antes ya lo habían condenado, entre los cuales se encontraban dos miembros del Tribunal que ahora lo juzgaba.
Contó que le escribió una carta a Cristina donde le rogaba tuviera a bien considerar la posibilidad de intervenir la Justicia de Córdoba, que arbitrariamente lo mantenía encarcelado, aprovechando que el Senado tiene en miras la intervención de la provincia de Jujuy por el caso de Milagro Sala. Que, a su entender, está acusada de haber cometido delitos peores que el suyo.
A los 20 minutos de exposición, el presidente le pidió que fuera concretando, porque no había dicho nada específico sobre los hechos que se le atribuían.
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“El Milonga” advirtió a los jueces que él iba a hablar todo lo que quisiera y que no lo interrumpieran, porque cuando Cristina habló ningún magistrado se animó a pararla y, como la ley es para todo el mundo igual, él haría pleno ejercicio de ese derecho.
Sin inmutarse, el presidente le aplicó entonces un artículo del Código Procesal que impide que el acusado divague y lo hizo salir de la sala. Al “Milonga” lo sorprendió la represalia, porque Cristina habló hasta por los codos sin que le aplicaran ese artículo.
Mientras se alejaba, le dieron ganas de gritar que también a él, como a ella, la historia lo había absuelto; pero a esa altura, mientras era llevado a las atropelladas por los del Servicio Penitenciario, ya se había dado cuenta de que el lawfare es un verso tremendo escrito por los kirchneristas para zafar de las imputaciones por corrupción; pero a los presos comunes, como él, de nada les vale recitarlo.

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